Lenguaje y comunicación

Speaking a language is engaging in a (highly complex) rule-governed form of behavior. To learn and master a language is (inter alia) to learn and to have mastered these rules. (Searle, 1969, 12)

El lenguaje es un tipo de conducta muy compleja. Pero a diferencia de otras conductas sociales, destinadas a influir en la de los demás, parece ser al mismo tiempo más nuestra e íntima y tener un papel más central en nuestra experiencia de la realidad. Como otras conductas, podemos ajustarla en función de los demás, de los interlocutores; en función del contexto, de las diversas situaciones comunicativas; todos nosotros manejamos diferentes registros (formales e informales) y géneros discursivos como el correo electrónico, la disertación, la narración, etc... Por ejemplo, nunca escribimos igual que hablamos: podemos comprobarlo transcribiendo una conversación informal entre nosotros y más personas y observaremos como se producen solapamientos en los turnos, reelaboraciones léxicas y gramaticales, expresiones agramaticales y otros fenómenos de los que no éramos tan conscientes.

Denominamos lengua a la manera en que esta facultad del lenguaje se materializa en una determinada comunidad, a través de sus particularidades formales, semánticas y distribucionales.


La comunicación ocurre al suscitar intencionalmente una representación similar a la nuestra en la mente del destinatario (teoría de la relevancia en Sperber y Wilson, 1986). La comunicación es posibilitada por compartir un mismo sistema lingüístico que corresponde expresiones lingüísticas y representaciones no lingüísticas, no obstante,

el requisito básico para comunicarse no es tanto poseer un vocabulario y una gramática comunes, sino fundamentalmente ser capaces de manejar representaciones mentales semejantes. (Escandell Vidal, 2008, pág. 169)

Es importante recalcar que el lenguaje no sólo nos sirve para comunicar un estado de cosas real o imaginado, sino que con él también prometemos, expresamos nuestras emociones, establecemos y reforzamos vínculos sociales, realizamos peticiones o, incluso, actuamos (son los denominados actos performativos como por ejemplo "le condeno a..." o "les declaro marido y..."). De hecho, J. L. Austin afirma que la descripción de estados de cosas del mundo es una parte pequeña de la comunicación humana (How to Do Things with Words, 1955, 1962).


¿Cómo procedemos cuando queremos comunicar algo sencillo como una entidad (objeto o evento)? La entidad es de naturaleza menos abstracta que la clase (consúltese la anterior sección) y, cuando se trata de referentes físicos, tiene una ubicación en el tiempo y en el espacio. Es por ello que una entidad puede ser comunicada de manera directa, a través de la deixis, llamando la atención del destinatario sobre ella si hablante, destinatario y entidad coinciden en el espacio y tiempo. Sin embargo, en la mayor parte de las ocasiones mencionamos objetos o eventos no perceptibles o accesibles (como un evento pasado) desde el lugar y momento presentes (rasgo de desplazamiento del lenguaje en Hockett, 1960). Si la entidad posee un designador rígido, un nombre propio, la comunicación es relativamente fácil, aunque mediada por la convención; en el resto de los casos elaboramos la referencia, que es “la relación que se crea en un momento concreto entre una expresión lingüística y la entidad o situación del mundo” (Escandell Vidal, 2004). Para la referencia, el procedimiento no es directo: el hablante escoge de entre la pila de predicados lexicalizados y disponibles para cada entidad (Anderson, 1990) las clases que cree suficientes y las combina sintácticamente para que el destinatario pueda reproducir su representación. Para ello, el hablante se basa en su estimación sobre el conocimiento del destinatario: a mayor conocimiento y experiencias compartidas más breve podrá ser la expresión referencial.

z es A z ∈ A
z no es C z ∉ C o z ∈ C̄
z es A y B z ∈ (A ∩ B)
z es A y B pero no C z ∈ (A ∩ B ∩ C̄)

Tabla 3: Acotamiento del referente (con notación de teoría de conjuntos)

La composición de estas clases realiza una partición sucesiva del espacio conceptual (fig. 4): una sucesiva intersección entre las clases hasta obtener el conjunto unitario o restringir el número de posibles entidades (véase la tabla 3 y la sección sobre los determinantes). Sin embargo, se excluyen de la operación de intersección a los modificadores privativos y evasivos (Escandell Vidal, 2004). Usando una analogía geométrica: es similar a marcar varios puntos de una circunferencia (las clases) para que el destinatario pueda deducir su centro (la representación de la entidad), el cual es imposible de comunicar directamente.

particiones1
fig 4. Si queremos comunicar una entidad no asociada a un nombre propio ¿cómo lo hacemos? particionando el universo de interpretación del destinatario.
particiones2
particiones3
particiones3
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